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El mal tiempo impide la salida de los tres tronos de la iglesia de Santa María la Real de la Corte, una meditada decisión que despertó lágrimas y aplausos.

La tormenta prevista para el inicio de esta semana parecía haberse olvidado de Asturias. Pero el agua llegó durante la tarde de ayer y, aunque cesó sobre las siete de la tarde, a las ocho y veinte, apenas diez minutos antes de la hora en la que la Cofradía del Silencio y la Santa Cruz iban a salir de la iglesia parroquial de Santa María la Real de la Corte, el cielo volvió a advertir de que no había pasado lo peor.

La junta de la cofradía dio un margen de media hora que provocó el nerviosismo de los cofrades, que no veían que el agua fuera a amainar. Sin embargo, y tras un debate de la junta, la decisión fue unánime: no se salía. «El tiempo no acompaña, la calle está muy resbaladiza», comentó el hermano mayor, Armando Arias, con la voz quebrada, ante un templo abarrotado. «No quiero arriesgar que ninguno de los braceros ni una imagen se vaya al suelo». Dicho este, los presentes en el interior de la iglesia rompieron en aplausos. Muchos, también, lloraron. Por los braceros y por la junta que «ha luchado como nunca».

La Cofradía del Silencio no quiso quedarse con la espinita clavada y realizó un pequeño acto, al ritmo de las Bandas de Música Ciudad de Avilés y La Soledad, en el que levantó los tres tronos por el interior de la iglesia. El Cristo flagelado, el Cristo de la Piedad y La Virgen de la Amargura se movieron al son del ritmo de los ochenta braceros que vieron truncado su sueño de salir en la primera Semana Santa tras la pandemia.